jueves, 21 de noviembre de 2013

De profecías autocumplidas y otras cosas

No sucedió, al contrario de sus expectativas, tal como lo había pensado. En el último respiro, en el último abrazo, sabía que algo faltaba, mejor dicho, que algo claro implícito necesitaba cerrar aquella noche. Se había imaginado aquella situación pero en ese presente efímero alguien puso palabras en su boca aunque no así ajenas a su pensamiento. El tiempo se había dormido, por unos meses, y ambos habían cambiado. Para bien, para mal, eso era relativo. Ya habían pasado por una situación similar y el cierre había sido otro, la conclusión diferente. Es por eso que quizás, con cierta madurez (¿o racionalidad?) intentó dar una explicación a esa esquiva demostración de amor. No estaba como para sentirse en una posición de juez, de dictar sentencia, de decidir con quién o no estar, pero más allá de su superficialidad tenía en claro que el aprecio a una persona trasciende un mero simbolismo.  ‘Hagamos un pacto’ se dijo a sí mismo, el tiempo iba a definir cuán equivocado (o no) estaba. Arrojó una catarata de explicaciones (desvariaciones) para poder darle cierto sentido común a lo que pasaba y se dieron a la fuga. Una fuga impar, cada uno por su lado, quizás con el pensamiento atormentando tanto a uno como a otro. Aún así, sabían que estaban unidos por un destino aparente. Quizás en unos años, quién sabe…

Por Claudio Gómez