sábado, 20 de mayo de 2017

To Have and Have Not: cuando la química traspasa la pantalla

Se enciende un cigarrillo. Ella y su particular mirada. Él y su cinismo. Una habitación oscura y un silencio que se rompe con ese juego dialéctico de palabras punzantes y certeras. Se miran. Por un momento breve, quizás largo ¿Qué estarán pensando, qué se estarán diciendo por dentro? Un halo de misterio los envuelve. La tensión roza la perfección.

Quien sostiene su particular mirada es ni nada más ni nada menos que Lauren Bacall. No sabría por dónde comenzar. Fue la primera vez que la vi en una película y lo que recuerdo es que su mirada, su postura y su voz me cautivaron de una manera bastante particular ¡Cuánta clase en una sola persona!¡Qué personalidad! Mucho más me sorprendí cuando descubrí que en este film ella hacía su debut. Y más aún, cuando veía en su figura una persona madura que para ese entonces tenía ¡19 años! Una madurez para poder llevar a cabo una performance tan sólida ante actores de gran calibre como Humphrey Bogart. Y aquí me detengo. Cuando vi a estos dos actores en escena sentí que estaban traspasando la pantalla, que esa tensión entre ellos dos no era sólo parte del argumento. Había algo más. La química de ellos dos era visible. Cuando veía a Lauren y Humphrey veía dos personas que no sólo estaban interpretando un papel sino también se estaban enamorando. Las líneas del guión eran apenas un medium para ese cortejo. Mi percepción, sin dudas, no era errada. Bogart para ese entonces estaba pasando por un mal momento con su pareja (Mayo Methot) quien tenía problemas de alcoholismo. Es así que en su vulnerabilidad encontró en Lauren la paz que necesitaba. Tras sufrir episodios de violencia (Methot llegó incluso a apuñalarlo), Bogart decidió darle punto final a su relación y, meses más tarde, contraería matrimonio con Bacall. Una relación que perduraría hasta el fin de sus días, un amor que traspasó la pantalla y nos dejó como legado a una de las parejas más icónicas de Hollywood.